By María Eugenia Morro Geras
INTRODUCCIÓN
“Sólo tiene futuro aquél que investiga en el pasado, porque investigando en el pasado, se puede redescubrir en el futuro”. Robert Oppenheimer
Una tarde de sobremesa, estábamos hablando animadamente en casa. Había venido mi abuela, y el tema derivó al pueblo. Les comenté que me sonaban campanas de que había habido un asesinato en el Tamaral, y
mi abuela Angela Alonso Aparicio, de 91 años, me contestó que sí, que la víctima había sido
su abuelo, Dionisio Alonso Fernández.
Maria Eugenia: ¿Cómo que fue tu abuelo?
Abuela: Sí, mi abuelo, el padre de mi padre León
Maria Eugenia: ¡Madre mía, no tenía ni idea! Cuéntame por favor todo lo que sepas.
Lo que sabía es lo poco que había llegado a sus oídos. Su abuelo Dionisio volvía del
Tamaral de cuidar unas vacas montado en una burra, y en el camino lo
mataron con hoces dos sobrinos, que después escaparon a América. Los motivos creen que porque uno de los sobrinos estaba perdiendo la visión, y acusaba a su tío, el asesinado, de por medio del mal de ojo, causarle este daño.
Me sorprendió tanto que la cuestión se hubiera “zanjado” tan alegremente, que me propuse profundizar en el tema, no por venganza, pues los agresores eran igualmente parientes, sino por
saber la verdad y que mi abuela la conociera, pues su padre nunca le había contado nada, ni a ella ni a nadie. El dolor y la pena que le causó este hecho, le sumió en el silencio toda su vida, y ni a ella ni a mi madre les relato nada de cómo falleció su padre en aquéllas horribles circunstancias.
En la actualidad, de todos los
nietos de Dionisio Alonso Fernández, veintitrés,
sólo viven mi abuela Angelita y su hermana Eulalia, por lo que había decidido, una vez concluida la investigación, mantenerla en el ámbito familiar. Esta narración está guardada en el cajón desde hace tres años, pero me he dado cuenta de que puede interesarle a otras personas, que son
biznietos o tataranietos como yo, y en general, a cualquiera que le guste
la historia y la antropología.
La
tradición oral, tal y como pensaba, estaba
distorsionada. No solamente los sobrinos no habían escapado a América, sino que hubo un juicio, en el que desfiló todo el pueblo, 131 testigos, en lo que se conoció como el tristemente célebre “
Crimen de Villabrázaro”.
LA INVESTIGACIÓN
Todos los datos son extraídos de archivos oficiales, periódicos locales de la época y juzgados, y serán compartidos a lo largo de la entrada en
ficheros en formato
PDF para quien quiera consultar más a fondo.
Para saber si se tiene algún parentesco con el finado, comentar que los
hijos de Dionisio Alonso Fernández eran:
- Guadalupe Alonso Olalla
- José Alonso Olalla
- Ángela Alonso Olalla
- León Alonso Olalla
- Marcelo Alonso Olalla
- Paula Alonso Olalla
LOS HECHOS
“Cuando un buen hombre es lastimado, todos los que llamaríamos buenos deben sufrir con él”. Eurípides
Los
implicados en el asesinato fueron:
-
Antonio Alonso Fernández, 72 años, hermano del asesinado Dionisio Alonso.
-
Francisca Colinas Amañas, esposa del anterior.
-
Aniano Alonso Colinas, 23 años, hijo de los anteriores, Antonio y Francisca.
-
Miguel Alonso Colinas, 25 años, hijo de Antonio y Francisca.
-
María Alonso Colinas, 29 años, hija Antonio y Francisca.
-
Román Ramos Fidalgo, yerno de Antonio y Francisca. Marido de María.
-
Tomás Marcos Alonso, 26 años, yerno de Antonio y Francisca.
Los hechos ocurrieron el
20 de julio de 1905. Dionisio Alonso Fernández tenía
62 años, y sus hijos León, José y Marcelo estaban fuera de Villabrázaro, segando en Tierra de Campos.
Esa fatídica tarde, se dirigió en su burrita al
Tamaral, cerca del prado Las Mangas, donde tenía una finca con vacas. Estuvo clavando estacas en su propiedad, y a la vuelta hacia el pueblo, ya empezando a anocher, sobre las 22h. le asaltaron varias personas por la espalda, a golpe de hoz. Mientras su hermano Antonio vigilaba el camino, Aniano, Miguel, Román y Tomás (sobrinos y maridos de sus sobrinas) le
agredieron con estas armas punzo cortantes, causándole infinidad de heridas por todo el cuerpo, siendo casi todas ellas mortales de necesidad.
El pobre Dionisio fue atacado tanto en la burrita como una vez en el suelo, con total
ensañamiento. A pesar de su edad sexagenaria, era un hombre de
una constitución hercúlea, pura fibra y en muy buen estado de salud, con lo cual habría podido defenderse con el mazo de clavar estacas que llevaba en la mano si no hubiera sido por la
traición con que fue asaltado.
Apenas tuvo tiempo siquiera de pedir
auxilio. Unos gritos de “¡favor!¡socorro!” alertaron al
secretario del pueblo,
Dimas Coomonte Arias, que casualmente venía de cuidar una tierra por el camino de Manganeses, aunque después de bordear el Reguero, apenas pudo llegar al lugar de los hechos y escuchar un último suspiro “¡ay de mí!” al infortunado Dionisio, que yacía tendido en un gran charco de sangre.
Rápidamente fue a dar
alarma en el pueblo, y acudió la gente con faroles, pero poco se pudo hacer en esa noche tormentosa, pues Dionisio había muerto de una fuerte
hemorragia traumática. En el lugar se encontró un sombrero, una manta y un garabito o cacha, pertenecientes a
Aniano.
Las
autoridades se pusieron en marcha, se le practicó la autopsia a Dionisio, y se apresuraron las investigaciones, que dieron como resultado la imputación de los siete arriba mencionados. Francisca y su hija María fueron procesadas por encubrimiento. Todos tomaron parte directa o indirectamente en la muerte.
Aniano Alonso Colinas huyó esa misma noche campo a través a Portugal, con la idea de embarcarse a América.
La
premeditación del asesinato era evidente, pues el domingo anterior al suceso había estado un agente de embarques de Astorga comiendo en casa de Antonio Alonso para organizar el viaje de Aniano a Buenos Aires vía la Coruña. Asimismo, días antes fue a Benavente y vendió una pareja de bueyes por 2.500 reales para tal fin.
Encontrar a Aniano y
extraditarlo a España fue ardua tarea que se dilató meses, pero una vez en Benavente, fue llevado a la
cárcel, al igual que Román, Miguel y el resto de la familia de los “pescadores”, que estuvo en prisión provisional, a la espera del
juicio, demorándose éste dos años, ya que se celebró en
1907.
El
móvil del crimen nunca quedará claro, pues ambos hermanos, Antonio y Dionisio, estaban en desavenencias antes del suceso, bien sea por unos conejos que robó Aniano a Dionisio, bien por querer comprar los dos una misma casa, o bien por la creencia en la superchería de que el joven Aniano, que padecía de la vista desde hacía años, estaba siendo objeto de mal de ojo por parte de su tío Dionisio, según un vidente (“
sabio”) al que consultó.
Los hechos según la fiscalía (13/11/1906)
El crimen
El lugar del asesinato, el Tamaral (al fondo) visto desde el Camino de las Mangas
Lugar aproximado del asesinato, marcado con un punto rojo
EL JUICIO
“La verdad es hija del tiempo, no de la autoridad”. Sir Francis Bacon
El juicio fue por
Jurado Popular (12 personas), y se desarrolló en el
juzgado de Benavente durante los días 26, 27, 28 y 29 de Junio de 1907.
Previamente había sido
aplazado en dos ocasiones, con motivo de la muerte de Aniano Alonso Colinas y Román Ramos Fidalgo en la cárcel de Benavente, por lo que transcurrieron dos largos años entre el crimen y el juicio.
Aniano, una vez traído a España, se
autoinculpó del asesinato, diciendo que era el único autor material de los hechos, para que de esta manera liberaran al resto de su familia. Murió el 23 de octubre de 1906, a causa de la
tuberculosis, o “tisis galopante”, como recoge al
acta de defunción. Ya había sido observado por médicos en prisión de que mostraba signos de
escrófula, un tipo de tuberculosis, que probablemente le afectó a la
vista, pues tenía leucoma en ambos ojos. Una enfermedad y no mal de ojo, como toda la familia creía, era la causa de su dolencia.
Acta de defunción de Aniano Alonso Colinas
Román Ramos Fidalgo falleció también en la cárcel el 23 de abril de 1907, aunque no he podido averiguar cuál fue la causa.
Ahora ya sí toca comenzar el
juicio. De parte del fallecido Dionisio Alonso Fernández, el
fiscal Lisardo Sánchez Cabo y el
abogado de la acusación privada, Sergio Delgado.
De parte de los “asesinos”, cuatro
abogados defensores: Asterio Cadenas, Joaquín Ramos, Luis Antón y Enrique Alonso Morante, y dos
procuradores: los señores Arranz y Gómez.
Sentados en el
banquillo de los acusados, los cincos procesados: Antonio Alonso Fernández, Francisca Colinas Amañas, Miguel Alonso Colinas, María Alonso Colinas, y Tomás Marcos Alonso, que pasan a declarar ante el Tribunal.
Es muy interesante
leer con detalle todo lo que comentan, no tiene desperdicio, pues se ve lo aleccionados que estaban por su defensa para salir airosos de este trance. Por lo extenso del contenido, no lo voy a incluir aquí en texto, sino que remito a que se lean los
ficheros PDF’s tanto de
El Heraldo de Zamora como de
El Correo de Zamora.
El
nexo común de los cinco es que niegan todo conocimiento sobre los hechos, responden con negativas o excusas, o directamente con mentiras y
contradicciones, quedando éstas patentes al contrastarlo
con el sumario y dar lectura a los folios donde aparecen sus anteriores declaraciones: nada coincide.
A continuación viene la
prueba pericial, a la que comparecen dos
médicos, uno de Benavente y otro de Villabrázaro, que explican con gran certidumbre y conocimientos científicos la cantidad y clase de heridas recibidas por el interfecto, quedando demostrado que las armas fueron hoces, que Dioniosio era un “Hércules” que podría haberse defendido ante un solo adversario, y la convicción de que fueron varios los asaltantes, por la forma y contundencia de las lesiones.
Más adelante pasan a
declarar los 131 testigos. En realidad no tantos, pues muchos no acuden al juzgado. Casi todos coinciden en que los rumores apuntan a Aniano y su familia como autores del homicidio. En ningún momento nadie puede asegurar que sean ellos, sino que se hacen eco de lo que se comenta en Villabrázaro.
Después de la declaración de tantos testigos, se da lectura a la prueba documental, y seguidamente viene la gran sorpresa para mí de todo el proceso:
el fiscal retira la acusación contra los cinco procesados por falta de prueba. Dice literalmente que “
no encuentra pruebas suficientes para acusarles”.
No sé si verdaderamente lo consideró así, si recibió algún tipo de presión o de “unte”, la cuestión es que el abogado de la acusación privada, el señor Delgado, se queda estupefacto.
El señor Delgado retira la acusación para tres de los procesados, manteniéndola para Antonio Alonso Fernández y su hijo Miguel Alonso Colinas. De esta manera fueron puestos inmediatamente en libertad Tomás Marcos, Francisca Colinas y María Alonso.
El abogado de la acusación privada,
Sr. Delgado, se encuentra sin fuerzas para seguir acusando a los dos que quedan en el banquillo, ya que esperaba ánimos y fuerzas del señor fiscal, pero ve con tristeza que
está solo y abandonado.
|
Escena de "Conspiración de silencio" |
Aún así formula su acusación con brillantez, haciendo una profunda crítica al pueblo de Villabrázaro, al que prácticamente acusa de una “
Conspiración de silencio”, como la famosa película.
Comenta literalmente: “¡Pero no sé qué ha pasado aquí, esto ha sido como un fuego fatuo, ha sido como una luz que se extingue. Aquí
se ha querido echar un velo sobre el pasado. Si el pueblo consta de 100 vecinos, 99 y medio sabían quiénes habían sido los autores. Allí había un alcalde, allí había un juez, pero ninguno de ellos ha auxiliado a la Justicia para el esclarecimiento”
Continúa diciendo que Villabrázaro “es un pueblo refractario, que bien por miedo o bien por conmiseración, no ha querido contribuir al esclarecimiento del crimen”.
Con lo cual ya se puede imaginar el
fallo dictado por el Tribunal Popular:
no culpables. Absolución y libertad para todos.
Juicio en el Heraldo de Zamora
Juicio en el Correo de Zamora (falta el último día por pérdida en el archivo)
Sentencia original
Sentencia mecanografiada
DOCUMENTACIÓN
Los ficheros están en orden cronológico, y se ha bordeado con un cuadrado
rojo las noticias referentes al caso para localizarlas más fácilmente.
Primera pista para encontrar todo lo demás. El Adelanto de Salamanca (14/11/1906)
Primera reseña en el periódico, con los hechos imprecisos y erróneos. El Heraldo de Zamora (21/07/1905)
La policía busca al asesino. El Heraldo de Zamora (24/07/1905)
Se emplaza y cita a Aniano Alonso Colinas. El Heraldo de Zamora (03/08/1905)
Las autoridades portuguesas conceden la extradición a Aniano. El Heraldo de Zamora (16/10/1905)
Las autoridades portuguesas no se presentan con Aniano en la frontera para su extradición. El Heraldo de Zamora (27/10/1905)
Aniano ha sido por fin apresado en Portugal. El Heraldo de Zamora (04/11/1905)
El gobernador civil de Salamanca pone a Aniano a disposición del juez de Benavente. El Heraldo de Zamora (29/11/1905)
Señalamiento de juicio por jurados. El Heraldo de Zamora (15/11/1906)
Suspensión del juicio. El Heraldo de Zamora (16/11/1906)
Se señala fecha para juicio. El Heraldo de Zamora (22/12/1906)
Se señala fecha definitiva para el juicio y se recoge la muerte de Román. El Heraldo de Zamora (23/04/1907)
CONCLUSIONES
“La muerte no existe, la gente sólo muere cuando la olvidan; si puedes recordarme, siempre estaré contigo”. Isabel Allende
Aniano y Román pagaron ante la justicia divina, al fallecer en prisión, pero nadie pagó en la Tierra por este crimen. Una historia bastante triste, que hace reflexionar sobre muchos aspectos de la convivencia humana.
No se sabe qué fue de los cinco procesados, supongo que unos se quedaron en el pueblo y otros se fueron a otras provincias o incluso al extranjero.
Esperemos que Villabrázaro nunca tenga que vivir un hecho semejante, pero si así fuera, que el miedo no atenace a nadie y se esclarezca la verdad, pues un mal endémico de todas las comunidades rurales es a veces esa convicción de saber algo y no decirlo por temor a las consecuencias.
Desde aquí este homenaje a un hombre bueno, mi tatarabuelo Dionisio Alonso, a su memoria, porque él
merecía ser recordado (D.E.P.).
AGRADECIMIENTOS
- Angela Geras Alonso
- Jesús Callejo Cabo
- Herel
- Biblioteca Virtual de Prensa Histórica
- Maria Concepción González Diaz De Garayo, directora de la Biblioteca Pública de Zamora
- Florián Ferrero Ferrero, ex-director del Archivo Histórico Provincial de Zamora