Cuando era pequeña mi madre me enseñó en Villabrázaro a arrancar unos juncos y hacer una trenza con ellos. Generalmente una corona, que me ponía yo misma o se la regalaba a alguien.
Era una manualidad sencilla pero entretenida, y daba gusto utilizar "materiales" que estaban en la naturaleza.
Se podía poner en plan corona o también como si fuera una cinta de tenis, hippy o simulando la corona de Cristo, sólo que sin espinas, claro. Quedaba de lo más bonita, aunque sólo duraba ese día, entre el ajetreo y que se va secando, pero siempre recuerdo con cariño ese aprendizaje infantil, y el otro día que estuve en el campo, después de muchos años, lo volví a recuperar.
Juncos en el campo
Tejiendo la trenza
La corona en la cabeza de mi abuela