Este fue el calvario que pasó una familia durante más de 35 años en Villabrázaro (Zamora).
La madre era nacida allí y pasaban varios meses de vacaciones en verano, iban todas las Semanas Santas, puentes, vendimia, Navidades y fiestas de guardar. Acudían ilusionados al pueblo, a sus orígenes, desde 1969, a disfrutar y compartir con sus familiares de allí, estar a gusto en casa, salir a la naturaleza, jugar con sus hijos, charlar y departir con sus paisanos/as.
El núcleo de los Winter eran madre, padre y cuatro hijos: el hermano mayor, Iván, la única chica, Rebeca, después Carlos y el pequeño Tadeo. En la actualidad, todos rondan los 50 años.
Durante una década, vivieron en casa de la bisabuela, hasta que se hicieron una casa propia con mucho esfuerzo, sin imaginar el vecino horroroso que se les venía encima, y que habrían de aguantar toda una vida.
El vecino, Indalecio Salido del Pozo, era carpintero, estaba casado y tenía tres hijas. Las paredes del taller y todo su patio, lindaban con la casa de la familia Winter. Indalecio tenía su propia casa, una gran y enorme casa en otra zona del pueblo, pero había decidido instalar allí el taller, al que por cierto, casi nunca entraba desde la puerta que daba a la calle principal, sino a través de la puerta trasera a la que accedía por un lugar menos transitado.
Durante los años que estuvo en activo, a pesar de los ruidos insoportables que hacía con el torno, martillo, radial y todos las herramientas que usa un carpintero, a la familia Winter no les quedó más remedio que aguantar en silencio las molestias que suponía esta actividad. Antes de las 8 de la mañana, ya estaba allí Indalecio dale que te pego. No había forma de dormir ni siquiera la siesta, pues la actividad era incesante también por las tardes.Volvían a las 8 de la tarde del río, y allí seguía.